
Adriana:
Desde hace tiempo he ahogado mi voz.
He guardado silencio. He respetado tu lucha, aunque no comparta ni tu visión ni tus métodos. Lo he hecho por respeto a la memoria de nuestra hija Jade y por el bienestar de nuestra hija menor, que aún está viva y nos necesita.
Pero ha llegado el momento de hablar. De pedirte, con todo el dolor que aún cargo, que mires la realidad y pongas los pies en la tierra.
A pesar de tus ataques ocultos, de tus chantajes y de los juicios que has promovido en mi contra, me he mantenido de pie. He soportado el peso de las acusaciones injustas y del linchamiento público que tus acciones han provocado.
Has hecho de la muerte de nuestra hija una bandera. Has pactado con quienes alguna vez señalaste como responsables del presunto feminicidio de Jade, incluidos funcionarios de la Fiscalía General del Estado durante el sexenio pasado. Y, aun así, he callado.
Me has llevado ante los tribunales, como cuando en marzo del año pasado promoviste un proceso penal en mi contra por supuesto incumplimiento de obligaciones familiares, sin pruebas reales.
No lo digo con rencor, sino con comprensión: sé que has buscado en el coraje una forma de aliviar tu dolor. Pero ese dolor, convertido en cruzada, te ha consumido.
Quienes te conocieron saben en lo que te has transformado. Aun así, siempre pedí que comprendieran tu sufrimiento y tu intransigencia.
Sin embargo, ya no puedo seguir callando cuando lo que está en juego es la integridad de nuestra hija, una niña que vive en el abandono emocional y psicológico.
Por eso te escribo. Porque no encuentro otra manera de pedirte que detengas este protagonismo inútil que te ha ganado el rechazo de quienes alguna vez creyeron en ti.
Porque ya me has amenazado demasiadas veces, y ya me hiciste daño donde más duele.
Te reconozco: eres una mujer fuerte, empoderada, resistente.

Sí, te creo.
Me lo repetías en aquellas discusiones frente a nuestras hijas, discusiones que me obligaron a alejarme de tí y de los conflictos.
¿Recuerdas las denuncias que interpusiste con ayuda de tus amigos de la Fiscalía de Alto Impacto, a quienes luego acusaste de complicidad en el presunto feminicidio de Jade?
¿Recuerdas cómo alejaste de mí a nuestra hija, a pesar de existir un acuerdo judicial que te obliga a respetar su derecho a convivir conmigo?
¿Recuerdas los ataques en redes sociales, los videos, los mensajes anónimos donde me difamabas con la ayuda de quienes ahora te han dejado sola?
Hoy esos mismos cómplices te han llevado a un callejón sin salida, en un plantón frente a la Fiscalía que ya perdió sentido y legitimidad.
Tu causa se ha desvirtuado. Se perdió entre la intransigencia, la mentira y la ambición. Y quienes alguna vez te acompañaron, hoy se alejan con tristeza al ver que la lucha por justicia se convirtió en una lucha por venganza.
Te escribo esta carta abierta para dejar constancia de que alzo la voz -no contra ti, sino por nuestra hija que aún vive-. Te suplico que vuelvas la mirada hacia ella. Que la escuches, que la abraces, que seas su madre. Que le devuelvas la oportunidad de tener un hogar y una vida libre de violencia.
Te pido que cumplas con tu responsabilidad como madre y tutora, que demuestres con hechos -como tú misma exiges a las autoridades- que Jade no murió porque la abandonaste, sino porque todos, tú y yo, fallamos en protegerla.
Deja de usar su nombre como bandera. Deja que descanse en paz. Y permite que Dios te conceda la serenidad que tanto necesitas. Ya no busques culpables lejos. Mira cerca: ahí está quien te necesita y te ama.
Nuestra hija merece una vida plena, sin el peso de tu lucha ni de mi silencio. Te exijo -sí, te exijo- respeto al nombre y a la memoria de Jade.
Porque su recuerdo no te pertenece a ti ni a mí. Le pertenece a la verdad, a la justicia y al amor que no supimos preservar.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 04 de noviembre de 2025.
Atte.
Ángel Yuing Sánchez.
Un padre que aún llora, pero no calla.
















