
Un hombre de unos 50 años, aparentemente sano y sin antecedentes médicos relevantes, sufrió un derrame cerebral que le dejó secuelas permanentes. Los especialistas que lo evaluaron descubrieron que tenía el hábito de consumir una media de ocho bebidas energéticas al día, según informa The Guardian.
Este caso clínico, publicado recientemente en la revista BMJ Case Reports, subraya los peligros asociados con el abuso de los energizantes. Los médicos británicos advierten de que el consumo elevado de estas bebidas podría incrementar de forma significativa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
Una bomba silenciosa para el corazón
Las bebidas energéticas, consumidas de forma habitual por millones de personas en todo el mundo, son productos no alcohólicos que suelen contener altas concentraciones de cafeína, grandes cantidades de azúcar y otros estimulantes. En este caso concreto, el consumo diario del paciente alcanzaba los 1.200 miligramos (mg) de cafeína, triplicando el máximo recomendado de 400 mg al día.
Al ingresar en el hospital de Nottingham (Inglaterra, Reino Unido), su presión arterial era alarmante: 254/150 mmHg, un nivel considerado extremadamente peligroso. Aunque los profesionales de la salud lograron reducirla con medicación, la hipertensión persistió incluso después del alta, pese a intensificar el tratamiento.
El factor clave: las bebidas energéticas
Fue tras una investigación más detallada cuando los doctores identificaron la magnitud del consumo de estos productos. Al pedirle que abandonara por completo esta práctica, la presión arterial del paciente volvió a niveles normales y los fármacos dejaron de ser necesarios.
“Se consideró probable que el consumo de bebidas energéticas altamente potentes fuera, al menos en parte, un factor contribuyente a su hipertensión secundaria y, en consecuencia, a su derrame cerebral”, señala el informe.
Secuelas irreversibles y advertencia pública
Aunque la presión arterial se normalizó, el daño neurológico no fue totalmente reversible. Ocho años después del episodio, el paciente aseguró que desconocía los riesgos que estaba asumiendo.
“No era consciente del peligro que suponían las bebidas energéticas. Me han quedado secuelas permanentes: entumecimiento en la mano, los dedos, el pie y los dedos del pie del lado izquierdo”, explicó.















