CUERNAVACA – Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, ha sido dopado con un coctel de sustancias que incluía cocaína y benzodiazepina por su captores, quienes lo retuvieron en cautiverio durante 36 horas, cuando ordeñaban sus tarjetas bancarias, de acuerdo a un reporte médico derivado de varios exámenes que le practicaron en su estancia de menos de 24 horas en el Hospital General de Cuernavaca José G. Parres.
Dicha combinación de estimulantes y relajantes mantuvieron al prelado aturdido a lo largo del cautiverio, e incluso cuando fue abandonado a su suerte, para después ser ingresado al hospital público, alrededor de las 22 horas del domingo 28 de abril.
El prelado habría dejado su casa en el Fraccionamiento Las Fincas de Jiutepec, Morelos, cerca de las 8 de la mañana del sábado anterior.
La reconstrucción de acontecimientos se lleva a cabo a partir de testimonios de quienes lo conocen, de la declaración que sustentó dicha denuncia por su desaparición, así como declaraciones de su abogado, Pedro Martínez Bello.
El obispo habría salido de su vivienda con la idea de regresar muy pronto, puesto que dejó su teléfono celular cargando.
Sin embargo, en cierto punto, fue capturado y después le fueron ordeñadas sus tarjetas bancarias con varios retiros de cajeros automáticos, además de que fueron empleadas para comprar alimentos y otros bienes. Estos retiros fueron confirmados por mensaje de texto al teléfono celular que se encontraba en su casa. Fue así como su chofer y demás colaboradores se dieron cuenta de que algo se encontraba mal.
No obstante, la denuncia por su desaparición fue puesta hasta el lunes por la mañana por el sacerdote Juan Ricardo Negrete Cárdenas, uno de los colaboradores cercanos del obispo.
De acuerdo con la copia de la denuncia, que obra en poder de Proceso, el teléfono de Rangel Mendoza registró varios retiros bancarios a lo largo del sábado y uno la noche del domingo. Nadie lo sabía para ese momento, pero el obispo ingreso a las 22 horas en calidad de desconocido al Hospital Parres.
La denuncia se presentó alrededor de las 10 de la mañana del lunes ante la Fiscalía de Morelos.
Por la tarde, la Conferencia del Episcopado Mexicano emitió un comunicado en el que confirmó lo que ya corría como rumor, que el obispo había desaparecido desde el sábado. Al darse a conocer la noticia, médicos del nosocomio reconocieron al obispo que seguía en calidad de desconocido, y de inmediato dieron aviso a las autoridades.
El obispo no se había identificado pues se mantenía en un estado de letargo y aturdimiento, según confirmaron fuentes del hospital. Además de los efectos de las drogas que le habían suministrado sus captores, el obispo padece desde hace años de hipertensión y hace dos años y medio, según confirmó su colaborador Juan Ricardo Negrete Cárdenas, en su denuncia a la fiscalía, tiene un marcapasos.
Los medicamentos que debe tomar diariamente son, según la misma fuente: Entresto, Amlodipino, Furosemina, Apix Saban, Atorbastatina, Celoquem y Levotiroxina.
Alrededor de las 17 horas del lunes, el fiscal de Morelos, Uriel Carmona Gándara confirmó que se había identificado al prelado en el hospital Parres. De inmediato, la CEM también confirmó el hallazgo, ya para entonces, personal de la Diócesis de Cuernavaca se había trasladado al Hospital y atendía en lo posible al obispo que se mantenía en el mismo estado de shock.
Los exámenes médicos practicados en ese hospital confirman que fue expuesto a un coctel de sustancias que incluyeron cocaína y benzodiazepina. La primera es una estimulante, la segunda es utilizada por los médicos para relajar los músculos y combatir el insomnio, según se pudo saber en fuentes médicas.
De acuerdo con médicos consultados, se requiere de hasta 72 horas para poder desintoxicarse de dichas sustancias y es por eso que aún no se cuenta con una declaración formal, no al menos pública, del prelado. A ello hay que agregar que el prelado también presentaba un cuadro de deshidratación severa lo que también pudo contribuir al aturdimiento y otros síntomas.
El lunes por la noche personal de la Diócesis y del Episcopado solicitó el “egreso voluntario” del obispo Salvador Rangel, quien fue trasladado al Hospital Morelos, una institución privada, donde sigue convaleciente al menos hasta la tarde de este miércoles.
El obispo tiene 78 años, desde hace tres años se retiró del obispado y se trasladó a vivir a una casa, presuntamente prestada, ubicada en el Fraccionamiento Las Fincas de Jiutepec, Morelos. Ello no le impide que siga acudiendo frecuentemente al estado de Guerrero donde hace unos meses buscó, como ha sido su estilo desde que estuvo en Huejutla, Hidalgo, un diálogo y la promoción de una tregua entre los grupos del crimen organizado.