Por Edmundo Jarquín
“Casi dos tercios de los nicaragüenses viven cierta desconfianza para hablar abiertamente sobre política”, dijo a La Prensa el profesor Kenneth Coleman, especialista en Ciencias Políticas de la Universidad de Vanderbilt, en los Estados Unidos. Para entonces, en el estudio que comentaba Coleman, un poco más del 50% de los encuestados no se atrevían a hablar de política ni con los amigos, y un 9% adicional dijo que dependía de las circunstancias para hablar o no de política.
Escribimos que “para entonces”, porque las anteriores declaraciones las dio el mencionado politólogo a La Prensa en 2014, hace casi 5 años, comentando el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP), una encuesta comparativa entre países, muy rigurosa desde el punto de vista metodológico y de gran prestigio académico, coordinada por la propia Universidad de Vanderbild.
La pregunta, por tanto, es la siguiente: si entonces, hace 5 años, había temor de hablar sobre política, aún entre amigos, ¿se imaginan el temor actual, después de centenares de muertos, miles de heridos, centenares de presos, y una represión que continúa? ¿Se imaginan el terror de confesar que se oponen al gobierno, después de decenas de miles de exiliados, incluyendo periodistas, cancelación de oenegés, persecución de las propias Comisiones de Derechos Humanos, expulsión de la CIDH, el MESENI, el GIEI y la delegación del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU?
Hacemos el anterior comentario porque estos días se hizo pública una encuesta que, en resumidas cuentas, revela una cierta normalización y un incremento en la valoración positiva de la dictadura de Ortega, aunque desde luego la inmensa mayoría tiene una opinión negativa de la misma, y solamente el 25% confiesan ser del FSLN y no todos, desde luego, votarían por Ortega.
No se trata de que las encuestas estén amañadas, o que las firmas encuestadoras tengan segundas intenciones, es que la materia prima de las encuestas, los propios encuestados, con el clima de represión totalitaria, no confesarán sus verdaderas opiniones. Si hace 5 años había temor, ahora más. En 2015 un encuestado temía perder el empleo público, o un comerciante el trámite en las aduanas, o un campesino las láminas de zinc, ahora el temor es que te encarcelen y te condenen a varias decenas de años de cárcel.
Si antes había temor, ahora es terror el que existe a la hora de confesar las opiniones políticas sobre la dictadura, la cual con su represión continúa acumulando agravios entre la población.
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