
La pareja dictadora Daniel Ortega y Rosario Murillo.
1. El odio del pueblo nicaragüense.
2. El pueblo ya sabe qué esperar del ejército y pregunta no solo “¿a quién sirve?”, sino–más importante a largo plazo–“¿para qué sirve?”
3. La máscara de “izquierda” se le ha roto. Ese soporte empieza a colapsar. Notable pero no sorprendente la crítica del ex-presidente Mujica de Uruguay. Notable y sorprendente, por su claridad y dureza, la de PODEMOS en España.
4. La Iglesia católica, antes dividida, es ahora militantemente opositora.
5. Los Estados Unidos, antes satisfechos con el apoyo de Ortega en temas de su interés, han puesto en la mira de su poderoso sistema de sanciones económicas y legales a la camarilla dictatorial. Roberto Rivas y los etcéteras van camino a una lista de Interpol.
6. Los empresarios, que por más de una década apoyaron activamente a Ortega, defendiéndolo incluso ante el Congreso de Estados Unidos, han tenido que romper su alianza. Quizás no sean el segmento más militante y arriesgado de la Alianza Cívica, pero ahí están, y probablemente Ortega mismo se encargue de que poco a poco se radicalicen en su contra.
7. La comunidad intelectual y artística del país se ha reanimado, ha despertado, el dictador tiene ahora otro frente, uno que es fundamental: el de las ideas y la legitimidad que da el arte.
8. Los nicaragüenses que viven en el extranjero, típicamente atomizados, se han unido como en un puño.
9. Los nicaragüenses, dentro y fuera del país, han decidido que cualquier diferencia de opinión entre ellos es secundaria frente a la meta esencial: “que se vayan”.
10. Miles de antiguos partidarios y militantes del otrora FSLN son hoy en día sus enemigos.
11. Los nicaragüenses parecen haber desarrollado una alergia anti-caudillos.
12. Los nicaragüenses han recuperado, han nacionalizado, los símbolos culturales que Ortega-Murillo, y antes que ellos, el FSLN habían expropiado, desde Sandino hasta la propia bandera de Nicaragua.
Todo esto lo han logrado en tan solo tres meses. Esto y quitar unos adoquines de concreto que –por el momento–han barrido, y en su feliz delirio bailan, celebrando.
En solo tres meses han pasado de ser, ante el mundo, los respetados administradores del “país feliz”, del “país más seguro de Centroamérica”, de una democracia “con algunos problemas electorales” como decía la OEA, a ser vistos como una cruel dictadura latinoamericana. De tal manera que no nos queda más que desear que avancen hacia “más victorias”.
Hasta que la final sea la de la democracia y la justicia, la nuestra.
Escrito por el Poeta y Escritor que vive en Miami, Francisco Larios
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